Por segundo día consecutivo, las tropas españolas
tuvieron que luchar por el control del paso de Sabzak, la auténtica
arteria de comunicación entre las provincias de Badghis y Herat, al
noroeste de Afganistan. Una compañía del batallón electoral, unos 100
hombres aproximadamente, prestan cobertura a las fuerzas de seguridad
afganas en este punto donde el miércoles fue herido el sargento José
Enrique Serantes Alvárez y en el que ayer se registraron intensos
combates durante seis horas. Según el Ministerio de Defensa, al menos 13
talibanes perdieron la vida, un dato que aún no ha confirmado la
Policía local, encargada de realizar estas verificaciones sobre el
terreno.
Desde el pasado domingo, una compañía española se encarga
de la protección de este puerto de montaña, esencial para el suministro
de las tropas y la llegada del material para la construcción de la
nueva base, en el que los insurgentes dirigidos por el líder tayiko
Ishan Khan habían logrado en los últimos meses establecer una especie de
puesto de control para extorsionar y aterrorizar a los viajeros.
Mas que delincuentes
En un intento por facilitar el tránsito vial, ISAF, la
misión de OTAN en la región, pidió a Madrid el envío de una compañía que
permanece en el lugar desde el domingo. Tras unas jornadas iniciales en
relativa calma, el miércoles se registraron los primeros combates y
ayer aumentó la intensidad de la lucha al punto de registrarse algunas
bajas en el bando insurgente.
Horas antes del suceso, la ministra de Defensa, Carme
Chacón, definió al grupo de Ishan Khan como «delincuentes comunes», pero
lo cierto es que parece que se trata de algo más que simples bandidos
porque fue necesaria la intervención de dos helicópteros de combate
Mangusta italianos que abrieron fuego para reducir a unos atacantes que
intentaron esconderse en las cuevas de la aldea de Marghozar. Armados
con lanzacohetes y Kalashnikov, los hostigamientos lejanos del comienzo
se convirtieron en ataques más directos por lo que España tuvo que
solicitar cobertura aérea.
«La situación se deteriora porque ahora llegamos a sitios
a donde no llegábamos antes. Si no vas, no tienes incidentes, pero si
te mueves fuera de Qala-i-Nao ya sabes que puede haber problemas»,
asegura el comandante Miguel López, jefe de Inteligencia del PRT. Con un
puntero de luz en la mano señala las 'zonas rojas' en las que España
tiene dificultades por la numerosa presencia de insurgentes aunque
matiza que «en comparación con el sur o el este, Badghis está mejor».
Su estrategia consiste en ir extendiendo los índices de
seguridad alcanzados en Qala-i-Nao al resto de la provincia como «una
balsa de aceite, muy poco a poco, para ir ganándonos el apoyo de la
población frente a los líderes talibanes», insiste López.
El líder insurgente
Ishan Khan es el último de la larga lista de insurgentes
locales -unos 900- que está plantando cara a España en Badghis. Con un
grupo de unos 50 individuos, este hombre había logrado sembrar el terror
en Sabzak, un puerto en el que se había atrevido a atacar incluso
varios convoyes con material para la nueva base española. Natural del
barrio de Chakaran, a las afueras de Qala-i-Nao y a apenas dos
kilómetros de la puerta principal del centro español, los talibanes
aprueban sus actos de pillaje ya que consigue difundir la imagen de
inestabilidad y falta de control por parte del Gobierno, algo que les
interesa para ganarse el apoyo de la población.
Además de los problemas con la insurgencia, España se
enfrenta también a la tensión entre las dos etnias principales en la
provincia; pastunes y tayikos. Sus milicias rozan la confrontación civil
como consecuencia de los asesinatos de líderes de ambas comunidades y
las fuerzas españolas asisten en un ambiente de calma tensa a estas
diferencias que podrían dificultar aún más el trabajo que están
realizando en la parte oeste del país.













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